Malestares estomacales durante
el verano
En vacaciones solemos cambiar nuestra alimentación, lo que puede generarnos trastornos digestivos. ¿Cómo alimentarse mejor y disfrutar la estación sin sobresaltos?
Durante el verano, la dieta que solemos llevar en el año tiende a cambiar.
Al tener más encuentros sociales, vamos acumulando más asados, picadas, tragos frutales y postres de los que estamos acostumbrados. Sobre todo si viajamos por vacaciones, nuestra alimentación puede modificarse abruptamente si la comida típica del destino es muy distinta a lo que comemos usualmente.
Todo esto nos genera posibles trastornos digestivos. “Sean buenos o malos, todos tenemos hábitos alimenticios. Nuestra forma de relacionarnos con la comida se va consolidando en hábitos, en función de nuestras preferencias y costumbres, y marginamos los alimentos que nos producen determinado nivel de rechazo o intolerancia. Cuando nuestros hábitos alimenticios se ven modificados abruptamente por algún factor exógeno, como el irse de vacaciones, esto puede acarrear malestares a nuestro sistema digestivo”.
¿Cómo alimentarse mejor y disfrutar la estación sin sobresaltos?
Los especialista brindan algunos consejos simples para preservar la armonía de nuestro sistema digestivo en esta época del año:
- Tomá abundante líquido.
- Procurá evitar una modificación rotunda de los hábitos alimenticios que mantenes durante el resto de esta estación. Permitite incorporar alimentos nuevos, e incluso no dietéticos, pero tratá de que tu alimentación no sea totalmente diferente durante el período de descanso.
- Evitá excesos en la ingesta de fritos, bebidas alcohólicas, budines, facturas, galletas dulces, frutos secos, gaseosas, café y tabaco; ya que incrementan la formación de productos llamados radicales libres y aldehídos, que son tóxicos para las células de nuestro organismo.
- Intentá incorporar alimentos ricos en vitaminas E (leche, yema, aceites de pescado, aceites vegetales de maíz, semillas de girasol, espinaca, brócoli, cereales y margarinas), C (cítricos, fresas, kiwi, pimientos, coles, rábano, batata, perejil, hígado y riñón) y A (zanahoria, tomate, frutillas, carne y leche), ya que tienen efectos antioxidantes y antiinflamatorios. También son fuentes de antioxidantes las nueces, canela, orégano, chocolate negro y té.
En caso de no poder cumplir estos requisitos o recomendaciones, se puede consumir algún protector hepático, previa consulta al médico.
Silvina Iturbide
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